REITERAT REI TARAT
FICHA ARTÍSTICA
Texto: Jordi Oriol
Dirección: Nao Albet
Intérpretes: Lua Amat Fernández, Jordi Oriol Canals
Espacio y vestuario: Sílvia Delagneau
Espacio sonoro: Carles Pedragosa Torres
Iluminación: David Bofarull Armengol
Técnico de sonido: Rai Segura
Ayudantía de dirección: Anabel Labrador Espitia
Jefe técnico: David Bofarull Armengol
Maquillaje: Roosevelt Jiménez Murga
Producción ejecutiva: Helena Font Barbero y Anabel Labrador Espitia
Confección de vestuario: Mari Carmen Soriano Molina y Manuel Mateos Paz
Confección del telón: Theatrend
Imagen y fotografía: César Font
Elementos promocionales: Marc Permanyer Conde
Fanzine El Rey Lear: Ainoa Galí Pascual y Olivia Basora Font
Administración: Marc Permanyer Conde y Manon Almellones Descharrois
Agradecimientos: Turu y Núria Llunell
Una producción de Indi Gest y Teatre Lliure
Con el apoyo del Institut Català d’Empreses Culturals (ICEC)
Reiterat rei tarat se inspira en la descomposición que viven todos los personajes en la tragedia El Rey Lear de Shakespeare, y se centra en sus dos arquetipos contrapuestos: Lear y Cordelia. El Rey-padre que personifica la autoridad, y la hija pequeña que connota obediencia y sinceridad. Son ellos quienes originan el desequilibrio de poderes que da lugar a la trama, y con ellos termina. Desde el momento en que el padre da la palabra a sus hijas, hasta que esa misma palabra pierde todo sentido. En el instante en que la hija se rebela contra el orden impuesto y se reivindica con personalidad, el padre comienza a perder los estribos y acaba desautorizado. Es un viaje hacia la conciencia de la muerte, de la función de la defunción, desgranado desde una retórica que se precipita hacia la locura. De la cordura a la demencia. De la realidad a la especulación.
La locura desoladora de un padre que ha perdido la autoridad sobre sus hijas se refleja aquí en el momento perturbador que viven los hijos en el impás de la adolescencia. En una y otra situación, parece que la percepción de estos no encaje con el resto de la humanidad. El entendimiento no entiende de disparates. Y el propio lenguaje lo abarca todo: también la confusión.
Lo peor que podemos hacer, sin embargo, es menospreciar la palabra. Poner palabras a lo que nos sucede es un paso para salvarnos de la desolación. Y permitirnos delirar con conciencia puede despertarnos el debate y la imaginación.