EL MERAVELLÓS MÀGIC D'OZ
FICHA ARTÍSTICA
Basado en el cuento de L. Frank Baum
Versión de Macià G. Olivella y Alícia Serrat
Música original de Ferran Gonzàlez
Reparto:(En curso)
Dirección: Mª Agustina Solé
Composición y dirección musical: Ferran Gonzàlez
Coreografías: Esther Pérez
Diseño de vestuario: Jose Carrasco
Confección: THEM
Caracterización: Toni Santos
Escenografía: Tero Guzmán
Diseño de iluminación y sonido: Francesc Campos
Técnicos: Juan Azor / Aaron Ramírez
Ilustración / Diseño gráfico: Dàlia Crespo
Compañía La Trepa
Coproducción Festival Grec 07 y Compañía La Trepa
Dorothy es una jovencita que vive con sus tíos en las llanuras de Kansas. Su vida es gris y aburrida. El sol lo quema todo a su alrededor y siempre sopla el viento. En Kansas todo es de color gris: los árboles, la tierra, la gente. Por eso Dorothy sueña con marcharse muy lejos, a un país donde todo sea de colores y donde pueda encontrar la alegría.
A causa de un tornado, que se lleva su casa volando por los aires, Dorothy llega al fantástico país de Oz, un lugar donde brujas buenas y malas se disputan el poder y donde las cosas más inverosímiles son totalmente posibles.
Desafortunadamente, la casa de Dorothy, al aterrizar, cae encima de la malvada Bruja del Este y la aplasta. Esto le crea una enemiga de inmediato: la malvada Bruja del Oeste. Aunque este nuevo mundo se presenta ante sus ojos como el que siempre había soñado, ella quiere volver a su casa. Pero para lograrlo, debe ir a la Ciudad Esmeralda y hablar con el gran mago de Oz.
A lo largo del camino, siempre lleno de peligros, encuentra a una serie de personajes que también quieren obtener algo que les falta: un espantapájaros que desea un cerebro, un hombre de hojalata que quiere un corazón y un león cobarde que necesita coraje.
Su viaje será accidentado, pero lo peor será la decepción al descubrir que Oz es un farsante. Sin embargo, todos podrán resolver sus problemas y obtener lo que necesitaban, pues en realidad ya lo tenían, solo necesitaban creérselo. También Dorothy podrá volver a su casa, ya que el poder para hacerlo había estado todo ese tiempo en sus manos (bueno, en realidad… ¡en sus pies!).